domingo, 9 de junio de 2013

CONSTITUCIONES: MÁS QUE CUATRO PAREDES




Algunos de los precandidatos y precandidata presidencial, han manifestado su opinión, en el sentido de elaborar una nueva constitución, aduciendo razones en cuanto al origen y génesis de la actual Carta Fundamental, asimismo, su marcado sentido de privilegiar a sólo dos bloques políticos; su difícil, por no decir imposible reforma, y otros aspectos.  Algunos sectores políticos se oponen a una nueva constitución esgrimiendo, entre otros motivos, la estabilidad, en el sentido en  que ellos quieren entender dicho concepto.
La opinión y reflexión que hago –en torno al tema enunciado- no es de orden político,  y se trata más bien de un breve bosquejo pedagógico – docente, acerca de la forma, los procedimientos y qué actores han participado en la elaboración de las constituciones que han sido más duraderas en el tiempo. Al examinar con verosimilitud las fuentes históricas, se desprende que, en ninguna ocasión la ciudadanía, la civilidad, los movimientos sociales –como se diría hoy- han participado plenamente y más bien dichas constituciones –la de 1833, 1925 y 1980- fueron realizadas entre cuatro paredes y casi como una pintoresca tertulia entre amigos.
La Constitución de 1833, en su inicio tuvo como origen, sólo reformar la anterior, a saber la de 1828, para ello se creó una Gran Convención, integrada por dieciséis diputados, cuyos nombres fueron recomendados por el Presidente José J. Prieto al Congreso, se sumaba a ellos un grupo de veinte ciudadanos “de mucha probidad e ilustración” los que fueron nominados por el Ministerio. Entre dichos ciudadanos –y cito el dato como anecdótico- se destacaba Juan F. Meneses Echanes, personaje casi novelesco; primero realista, luego sacerdote y finalmente patriota, fue Secretario del Gobernador García Carrasco, Diputado por Aconcagua y Cura Párroco de Los Andes.
Como es posible deducir, de los treinta y seis ciudadanos que participaron en la elaboración de la Constitución, ninguno fue elegido “por los pueblos”, no existió, por tanto, ningún acto de soberanía popular, al revisar los nombres de los ciudadanos aludidos, todos ellos eran miembros de la élite política de la época.
La Constitución fue promulgada y jurada por las diversas autoridades, en las Capitales de Provincia los Gobernadores convocaron a las Fuerzas Armadas, los vecinos y el pueblo para presenciar la ceremonia de juramento. (F. Encina).
Dos sombras se proyectaron sobre la Constitución de 1833, la primera –como se ha probado- la ausencia absoluta de la gente común y corriente y en segundo término, la sombra del Ministro Diego Portales, el que en 1834 expresaba “A esa señora Constitución hay que violarla cuando las circunstancias sean extremas, y qué importa cuando la parvulita lo ha sido tanto por su inutilidad”.
A confesión de parte relevo de pruebas.
La Constitución de 1833 preveía un sistema para su reforma, sin respetar ese, se inicia en 1925 el estudio de una nueva carta, para ello mediante Decreto se nombra una Comisión Consultiva integrada por doscientas personas, cabe destacar que se nombra y no se elige, a su vez para obtener un traje a su medida, el Presidente Arturo Alessandri Palma presionó a la Subcomisión encargada de redactar la Carta, siendo esta sometida a plebiscito y pronunciándose la ciudadanía con una de las tres cédulas creadas para el efecto. En la votación el 52% no votó y se abstuvo, ¿Qué legitimidad de origen pudo tener dicha consulta, si la ciudadanía que no participó superaba a quienes sí lo hicieron?
Nuevamente –y como en 1833- el poder constituyente de la ciudadanía no fue convocado ni se expresó, aunque esto se pudo haber hecho incorporando a la Comisión Consultiva a personas que habían formado parte de la Asamblea Constituyente de Trabajadores e Intelectuales, que había sesionado en marzo de 1925.
La Constitución de 1980 deviene de una situación de fuerza, inexistencia y limitación de varias libertades públicas, sin Congreso ni partidos políticos, y censura de entidades gremiales. En su elaboración se obvió que el poder constituyente reside en el pueblo y la nación, siendo ese reemplazado por Comisiones cuyos miembros fueron nombrados por el Ejecutivo. Fue consultada la ciudadanía, mediante voto sin existir siquiera la garantía de Registros Electorales.
Ha sido débilmente modificada, la última vez con la firma del Ex Presidente Ricardo Lagos E., quien cometió un error histórico al expresar  en dicha oportunidad “que era una Constitución para el siglo XXI”.
Si debe existir una nueva Constitución, debiese incorporar elementos de multietnicidad, derechos y garantías de cuarta generación, mayores instancias de participación plena, abierta, es decir democrática. Una Constitución no cambia todo, podrá modificar –como indica Octavio Paz- el régimen político, pero no cambia el tipo de sociedad.
Si dicho cambio prosperara, debiese ir acompañada de medidas complementarias, destinadas a superar, entre otras cosas, una desigualdad inmoral y otras carencias estructurales en nuestro ordenamiento. Para ello tiene fundamento el llamamiento a una Asamblea Constituyente con participación dialogante y que exprese los distintos puntos de vista de una amplia ciudadanía.
Una nueva constitución no nos devolverá el Paraíso Perdido ni a una Edad de Oro ni tampoco a una Sociedad Perfecta, pero sí debiera ampliar el horizonte ciudadano desde una democracia que es sólo política a una democracia social.

                                                                                              Juliet C. Turner Araneda
                                                                                   Profesora de Historia y Geografía
                                                               Integrante Centro de Estudios Para Asuntos Docentes (CEPAD)

No hay comentarios:

Publicar un comentario