lunes, 21 de junio de 2010

EQUIDAD Y RESULTADOS

“Al servicio de los que sufren la Historia,
no de aquellos que la hacen”.
Albert Camus


Los sumos sacerdotes del sistema, precedidos por los heraldos de algunos medios de comunicación y con el ritual y ceremonia acostumbrados, han publicado hace unas semanas los resultados SIMCE correspondientes a los logros académicos de cuartos y octavos básicos en cuatro sectores de aprendizaje. Fruto de lo anterior y entre golpeteos de pecho, se ha repetido el viejo dogma de fe: Los profesores son malos y el sistema municipal lo es aún más, olvidando naturalmente, que la municipalización de la educación fue realizada como una de las llamadas “modernizaciones” en 1980, en el contexto no democrático de la época y que tenía como objetivo descentralizar la educación, al acercar los establecimientos a la comuna, amén de establecer un control ideológico sobre los docentes y además, otorgar mayor eficiencia al sistema, es decir, calidad.
Ni lo uno ni lo otro sucedió, la administración municipal a través del país ha presentado falencias de gestión financiera y otras, la crisis de calidad de la que hoy se habla es la mejor prueba que la municipalización no la produjo. Problemas de condiciones laborales, creación y aplicación de un currículum prácticamente sin consulta a los actores, no partícipes en los procesos de Reforma, y la ya mencionada gestión, fiscalización y financiamiento, son algunos de los problemas que afectan a la educación.
La calidad es uno de ellos y todos estamos de acuerdo con el hecho que el sistema debe ser de calidad, aunque se refiera solamente a una parte del proceso formativo que, para este caso, son los aprendizajes. Sin embargo, existe otro componente aparte de la calidad, expresamente mencionado y privilegiado durante la última Reforma Educacional, el que prácticamente no se ha mencionado: la equidad ¿Habrá mayor inequidad que los resultados SIMCE, los cuales evidencian sin lugar a dudas una segmentación de la educación por estratos socio económicos?
Los problemas de carácter estructural de la educación -que hemos mencionado- son, ni más ni menos, que el reflejo fiel de la sociedad chilena. Como en el mito de la caverna platónica, la educación es la sombra proyectada sobre un gris muro de la realidad socioeconómica del país.
Todos los investigadores de la educación han indicado que la desigualdad social (y Chile es un modelo de ella) es determinante en la educación. Así, por ejemplo, lo señala el sociólogo francés François Dubet: “Las desigualdades sociales y culturales determinan ampliamente las desigualdades escolares porque los estudiantes no disponen del mismo capital cultural”. Lo mismo ha indicado Juan Eduardo García Huidobro, Director de la Facultad de Educación Alberto Hurtado: “Mientras más desigual es la sociedad, más desigual es la Escuela”. En el artículo titulado “El peso de la Desigualdad”, el conocido sociólogo y ex Ministro José Joaquín Brunner, anota: “Mientras más desigual es una sociedad, mayor es el desafío para los colegios, pues deben compensar las desigualdades de origen socio- familiar. Ése es el peso de la desigualdad social”. Podrían multiplicarse las citas y estudios al respecto, pero en la base de la educación chilena yace vivaz, despierta, bien alimentada y sonrosada, la desigualdad.
La OCDE, organismo al que pertenece nuestro país y que agrupa a naciones ricas ha expresado, refiriéndose a la educación chilena: “Está segmentada en clases sociales” ¡¡En clases sociales!! Una educación para los Machucas y otra para los Infantes ¿cómo puede acceder a la igualdad de oportunidades, a la equidad, un joven que pertenece al decil más pobre, esto es, a una familia del 10% más carenciado de la población, en circunstancias que en ese decil el ingreso de su hogar es menos de $ 160.000 y sus padres poseen menos de 9 años de escolaridad? ¿Será posible que con ese ingreso esa muchacha o muchacho pueda pagar él y su familia un colegio con mensualidad o cancelar la cuota en una universidad?
Por más que los resultados se den por establecimientos, considerando ya una segmentación socio económica, los logros académicos serán reflejo- insistimos- de variables socioeconómicas. Por eso, la idea de “castigar” a los establecimientos con malos resultados, otorgándoles una menor subvención, no es buena, se castiga una vez más a los más deprivados, a los más humildes, en resumen, a los pobres.
Las opiniones -por lo demás modestas de este autor- no se originan en justificar malos resultados en el SIMCE (que reiteramos no es el principal problema de la educación chilena), menos aún cuando el sistema municipal de Los Andes ha obtenido logros importantes en la indicada medición, prueba de ello es la visita de la Subsecretaria Ministerial de Educación al Liceo Max Salas y Escuela John Kennedy, para felicitar a los docentes y alumnos por sus resultados.
Hay que debatir con todos, dialogar, informarse acerca de los problemas estructurales de la educación chilena, en suma, como lo dice el poeta uruguayo Mario Benedetti: “No llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades”.
Luis González Reyes
Centro de Estudios para Asuntos Docentes (CEPAD)
21 de junio de 2010